El desarrollo de la tecnología y el conocimiento de la física del sonido han dado lugar a aplicaciones muy sofisticadas en el desarrollo de armas acústicas. Así han sido desarrollados cañones acústicos que pueden tener efectos letales. Es fácil pensar que este tipo de dispositivos sónicos poco o nada tienen que ver con la música, puesto que, al fin y al cabo, se basan en el uso de ondas sonoras, acaso la dimensión más física del sonido. Sin embargo, como veremos a lo largo de este artículo, la música, tal y como todos la concebimos, puede ser utilizada, perfectamente, como un instrumento de agresión.
Uno de los estudios más interesantes, desde el punto de vista musicológico, se lo debemos a Suzanne G. Cusick. Todo comenzó, según relata en 2003 cuando leía el libro Baghdad Diaries de Nuha al-Radi que relataba su vida antes, durante y después de la primera Guerra del Golfo. Allí leyó:
"Luego de que se terminó la guerra, los aliados pasaban todo el día y toda la noche volando sobre nuestras cabezas rompiendo la barrera del sonido. Justo como en Panamá cuando atacaron con música a Noriega que estaba encerrado en la embajada del Vaticano. Durante quince días, Bush ensordeció al pobre embajador del Vaticano y a Noriega con rock pesado. Nuestra tortura duró meses—20 ó 30 veces, de día o de noche" (Cusick: 2006)
Cusick pensó que "esas acciones de soldados o exaltados o aburridos que habían visto Apocalypse Now demasiadas veces, posiblemente no eran sólo tonterías pasajeras. Posiblemente se trataba de una política concreta”. En el ejemplo que relata Cusick está bien claro el funcionamiento de este tipo de tortura. Se trata de someter al sujeto a una saturación sonora que no le permita ningún momento de silencio, el cual propiciaría el descanso. La privación del descanso constituye una de las formas más comunes de tortura y puede llegar a tener efectos letales si se lleva al extremo.
Uno de los dispositivos más relevantes es el LRAD (Long Range Aboustic Device) que es capaz de proyectar una franja de sonido con un promedio de 120 dB (hasta un máximo de 151 dB) y tiene un alcance de 500 ó 1000 metros, según los modelos.
"Con capacidades para dirigir música a través de un reproductor integrado de MP3, y de aceptar aparatos externos de audio, como reproductores de CD y MP3, los LRAD han sido enviadas con unidades de combate desde el otoño de 2003. De acuerdo a un vocero de la ATC, fueron usados en Irak en 2004 para reproducir música a volumen muy alto y sonidos desestabilizadores, con evidentes resultados favorables como herramienta para las PsyOps, causando que la insurgencia reaccionara de maneras que incrementaban su vulnerabilidad considerablemente" (Cusick: 2006)
Si nos movemos en rango de decibelios considerables (en torno a los 200db) las consecuencias pueden ser graves e incluso mortales. por poner otro ejemplo de un dispositivo letal. En 1999, Maxwell Technologies patentó el Hypersonic Sound System: a 180 db destruye el tímpano y de ahí en adelante puede destruir los pulmones y causar la muerte en torno a los 200db.
Incluso, algo tan cruel y despiadado como la guerra tiene su parte creativa:
"(...) aunque la táctica de bombardear al enemigo con sonido fue una decisión tomada en altos niveles de mando, la selección de la música fue dejada a elección de los soldados en el terreno ...nuestros hombres han demostrado una gran creatividad a la hora de escoger sonidos que creen que afectarían al enemigo... Ellos tienen sus propios reproductores de Mini-Disc con su propia música, además de cientos de sonidos bajados del internet. Escogen las canciones de acuerdo al gusto personal. Tenemos a gente muy joven tomando estas decisiones. En el campo de batalla, entonces, el uso de música como arma se percibe como de menor importancia con respecto a la capacidad que tiene el sonido para afectar la orientación espacial de una persona, su sentido de equilibrio, y coordinación física. Ya que la música es considerada de menor importancia, la elección del repertorio está delegada a la creatividad individual de soldados PsyOps." (cusick: 2006)
Canciones de Metallica, Cristina Aguilera, Eminem, son algunos de los ejemplos que han sido empleados en interrogatorios en los cuales se obligaba a escuchar, una y otra vez el mismo tema. Realmente, como muchos defienden, no tiene tanta importancia la música en sí como el poder del sonido en sí mismo. Yo creo que esto es cierto, pero no es lo único. El tipo (estilo o género) de música puede poseer un papel representativo enorme. Resulta interesante ver como la mayoría de las acciones de soldados en el terreno de batalla llevan asociadas canciones que pertenecen, mayoritariamente a heavy metal o rap. Ambos géneros, como muy bien observa Cuscik, poeen un componente masculino (dentro de la cultura norteamericana) muy marcado. Para alguien que no lo escuche habitualmente puede significar un emblema sonoro de la "ira masculina" perfecto. El "bombardear" al enemigo con temas de este tipo supone toda una lucha, en término sonoros; una batalla en la que cada enemigo quiere aplastar a su contrincante mediante la imposición de su implacable espacio sonoro. Por otro lado, muchas canciones poseen textos no menos apropiados para un campo de batalla. Son letras relacionadas con la muerte, insultos racistas, etc. Por todo esto y mucho más, la música como tortura trasciende el mero hecho de su naturaleza sonora. Porta significados que son los "puntos calientes" de la batalla que se libra. En los casos en los que la música es utilizada en interrogatorios o dirigida a reclusos -como en el ejemplo de Guantánamo- las canciones son emitidas en medio de la noche (también durante el día o durante los interrogatorios), ininterrumpidamente y a un volumen considerable para privar al sujeto del sueño, un tipo de tortura muy común. A veces no se trata sólo de canciones. Los torturadores pueden ser "exquisitamente creativos":
"Benyan Mohammed , un etíope que había vivido en Inglaterra, y que fue obligado a escuchar música de Eminem (Slim Shady) y Dr. Dre durante veinte días antes de que reemplazaran la música por “sonidos de horribles risas de fantasmas y sonidos de Halloween" (Cuscik: 2006)
En el caso descrito, los torturadores llegaron a diseñar una especie de sonorización ambiental. Algo así como un "hilo musical" especialmente dirigido hacia la tortura.
La utilización de grabaciones musicales como forma de tortura forma parte de una práctica de "tortura sin contacto" que no es casual.
"En su libro de 2006 Una Cuestión de Tortura, el historiador Alfred W McCoy ubica los orígenes de la “tortura sin contacto” en un programa financiado por la OSS, la CIA, y los servicios de inteligencia de Canadá y Gran Bretaña en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Preocupados por el éxito de los Soviéticos en “lavarle el cerebro” a sus detenidos y destruir su voluntad, estas agencias apoyaron estudios en las universidades de Yale, Cornell y McGill con el objetivo de descubrir cómo los americanos y canadienses podían lograr lo mismo.En los años 50 los contratos de investigación se concentraron en tres áreas: 1) el gobierno canadiense financió investigación en la Universidad de McGill que exploraba el impacto devastador de la privación sensorial y de la manipulación sensorial (que posteriormente incluiría el encapuchar); del ruido continuo (a alto volumen o no) y de lo contrario, el aislamiento sonoro; la desorientación temporal y el suministro de comidas y bebidas de forma errática; 2) la CIA financió estudios en Cornell y Yale sobre los efectos del dolor auto-inducido (que posteriormente incluiría las posiciones de estrés, y escenarios que provocaban humillación personal, sexual o cultural); y 3) la CIA financió investigaciones en Yale sobre la capacidad de personas ordinarias para causar dolor letal a otros." (Cuscik: 2006)
Los efectos que pueden producir este tipo de prácticas sonoras sobre un individuo son diversos pero los fines últimos son destruir la integridad subjetiva y emocional del individuo. La música, utilizada como tortura no deja heridas ni marcas, pero su uso, llegado un límite, puede tener efectos psicológicos (y también físicos) devastadores.
El mundo de los blogs no ha sido ajeno a la música como forma de tortura. Cuscik cita varios blogs en los que se acepta la premisa de que la música puede ser una herramienta de tortura "participan ávidos (de hecho, incluso con júbilo) en conversaciones que buscan producir la lista de canciones (playlist) ideal para uso bien sea en el campo de batalla o en el cuarto de interrogación". Dos de ellos, por citar ejemplos concretos son http://littlegreenfootballs.com y http://freerepublic.com
La cuestión de la música como tortura no es anexa. Tiene un protagonismo evidente y su utilización es patente, como puede verse del informe Break Them Down. Systematic Use of Psychological Torture by US Forces
II
La vinculación de la música a las actividades bélicas ha sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad. Ya sea de una manera más simple o rudimentaria hasta llegar a las complejas armas acústicas que se han desarrollado hoy día, la música utilizada en los ejércitos, con fines muy bien definidos, nunca ha desaparecido. Uno de los ejemplos es el que se relata a continuación y tiene que ver con el uso de determinados instrumentos en el ámbito militar. Obviamente, esto representa un uso más sencillo de la música que los complejos artefactos sónicos de hoy día. Sin embargo la sutileza de los efectos que los instrumentos de música militar trataban de producir no es menos sorprendente. El caso peculiar que a continuación se presenta es el de la gaita.
Normalmente, la gaita no es vista como un instrumento militar. Sí son vistos como tales, comúnmente, cornetas, cajas, etc. Aún así, conviene saber que la gaita fue un instrumento que formaba parte de los ejércitos de manera habitual. Esto ha sido así durante siglos y siglos. Hubo momentos de la historia en los que incluso llegó a ser considerada "arma de guerra".Ya cité, al inicio de este artículo el ejemplo de la prohibición de las armas tradicionales escocesas tras los violentos levantamientos de 1715, 1745 y 1746. Y es que, los instrumentos militares no tenían una función tan accesoria como podemos suponer. Por un lado sirven para dar órdenes (cornetas, silbatos, etc.) o marcar ritmo de marcha, desfiles de gala, etc. Todo esto son usos bastante evidentes que todos conocemos. Por supuesto, en el campo de batalla, los instrumentos tenían una función psicológica sobre la tropa que buscaba enaltecer su valor frente al enemigo. Pero, además, los instrumentos militares (especialmente los de percusión) ayudaban a generar cierto "estruendo" de cara al enemigo, pareciendo más fieros y numerosos, por mucho que hoy día, nos pueda desconcertar la manera en que lo hacían. De ahí, que antiguamente se entendiera que los instrumentos musicales vinculados a actividades bélicas trascendieran el mero hecho de ser instrumentos musicales y se convirtieran en elementos indisociables de la guerra.
Así pues, la gaita de guerra, como otros instrumentos musicales bélicos podía inspirar temor al enemigo o enaltecer el valor y el patriotismo de la tropas.
Ilustración de John Derricke in Image of Irelande(Londres, 1581)
COCKS, William A.;BAINES, Anthony C.; CANNON, Roderick D.: "Bagpipe". En: The New Grove Dictionary Of Music And Musicians. Stanley Sadie (ed.), London, Oxford University Press, 2001.
Bibliografía citada:
COCKS, William A.;BAINES, Anthony C.; CANNON, Roderick D.: "Bagpipe". En: The New Grove Dictionary Of Music And Musicians. Stanley Sadie (ed.), London, Oxford University Press, 2001.
CUSICK, Suzanne G. "La música como tortura / La música como arma". En: Revista Transcultural de Música, No. 10, (2006),http://www.sibetrans.com/trans/a153/la-musica-como-tortura-la-musica-como-arma
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